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A los 58 años, una vecina de Luis Guillón abrió su propia pastelería: la historia de "Bety"

Graciela “Bety” Moyano, vecina de Luis Guillón, abrió su cafetería y pastelería en 2022, cumpliendo un sueño de toda la vida.

Graciela Beatriz Moyano, vecina de Luis Guillón, siempre soñó con tener su propio negocio. A los 58 años, lo logró: hoy es la dueña de "Lo de Bety", una cafetería y pastelería ubicada en la esquina de Fox y San Martín, en pleno centro de Guillón. Allí trabaja junto a sus hijos, en un proyecto que nació en familia y se convirtió en un punto de encuentro para los vecinos.

Desde chica, Bety jugaba con ollas y moldes de torta de juguete. Con el tiempo, la pasión creció. “Miraba a Marta Ballina y a Doña Petrona, y me daba cuenta de que me encantaba cocinar”, contó. Durante años preparó tortas para familiares y amigos, hasta que en plena pandemia empezó a vender por Instagram junto a su hija Paula.

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De un emprendimiento en casa a un local con identidad

En diciembre de 2021, su otra hija, Jimena, le propuso abrir un local. Aunque al principio tuvo dudas, aceptó y en 2022 inauguraron "Lo de Bety". El lugar fue una novedad para el barrio: “En Guillón no había cafeterías. Cuando tapamos los vidrios con diarios, los vecinos se acercaban para preguntar qué íbamos a poner”, recordó.

La propuesta tuvo una gran recepción. En el local se destacan la Red Velvet, el Cheesecake y el flan de chocolate, una receta propia que, según Bety, “no se encuentra en otro lado”. Además, incorporaron nuevas opciones saladas como avocados, tostones y waffles salados.

"Lo de Bety" también se convirtió en un lugar de encuentro para escuelas y jardines del barrio. “Vienen los chicos del jardín Vicenta, hacen galletitas, decoran y conocen la cocina”, contó orgullosa. Betty valora especialmente ver cómo los clientes vuelven con sus familias: “Hay vecinas que venían embarazadas y ahora vienen con sus hijos. Eso te llena mucho”.

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Un proyecto que une a la familia

En el local trabajan Bety y tres de sus seis hijos, cada uno con un rol distinto. Paula y Jimena acompañaron a su madre desde los inicios y fueron clave para animarla a abrir el local. “Al principio fue difícil trabajar en familia, pero aprendimos a complementarnos”, contaron.

Para ellos, compartir el emprendimiento significó también compartir más tiempo juntos. “Verla cumplir su sueño fue lo más lindo”, resumieron. Hoy, el negocio no solo representa un sustento, sino también una historia de unión y esfuerzo familiar.

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