Columnista |

ZAPATERO, A TUS ZAPATOS

La era de “CEOs” ocupando cargos de gestión pública/política quedó en el pasado.

La era de “CEOs” ocupando cargos de gestión pública/política, fue.

El caso emblemático es la salida de Juan José Aranguren del Ministerio de Energía y Minería, pero atrás suyo se reflejan otros cambios que consolidan la necesidad de enfrentar esta nueva “tormenta” con cuadros de la política tradicional.

"Estos muchachos no entienden que la política es un ejercicio cotidiano de administrar frustraciones", dice el senador Pichetto cuando trata de explicar los porqués de algunas de las frustraciones oficiales.

La idea inicial del “Macri presidente” fue sumar a dirigentes del empresariado, con poco (o nulo) recorrido político, para que “hicieran la cosas como se debían hacer”, al tiempo que generaban confianza entre los (ex) pares para que confiaran e invirtieran en el país. Cuanto más ortodoxos, y menos comprometidos con cualquier cosa que oliera a “política”, mejor.

Aranguren no entendió de qué iba eso de ser ministro ni siquiera cuando le comunicaron el “game over” de su gestión. Que fue por teléfono, cuando terminaba de ver un partido de la selección en Rusia, estaba en Bariloche junto a su par estadounidense. Durante su gestión se jactaba de ir poco a la Casa Rosada porque el “presidente banca gobernar con la verdad y que tomemos las medidas necesarias para ordenar la energía del país, en tarifas e inversiones. Para eso no hace falta ir a hacer lobby por los pasillos”.

El ex ministro será recordado por sus tarifazos, por haber intentado (en vano) reducir los porcentajes con los que el Estado venía subsidiando el consumo y por haber firmado un récord de contratos con inversores privados a cambio de proyectos de energía renovable que por estas horas se empiezan a renegociar (o caer). También será recordado por las acciones (malvendidas?) con las que la Shell lo había indemnizado luego de su extensa presidencia, y por confesar que no había repatriado todo su capital a la espera de que la Argentina consolidara el “cambio”.

Aranguren es un símbolo de cómo fracasó el plan del gobierno nacional. El presidente Macri no debiera seguir haciéndose el sorprendido por las “reglas de la política” como lo repitió en un difundido intercambio vía Instagram el jueves pasado. No es un recién llegado. Gobernó 8 años uno de los equipos de fútbol más importantes del país y otros 8 años la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Y ya lleva casi tres años como Presidente de la Nación. No puede decirse ajeno a la política. Sabe que la trampa de los Excel, y de los paneles de control, y de los semáforos de seguimiento, vienen de la mano de los técnicos. Y también sabe (o debiera saber a esta altura) que en política lo menos importante es tener "la razón" y “hacer las cosas bien”, y sí saber interpretar y leer el minuto a minuto para acertar en las microdecisiones diarias y arreglárselas luego para renovar las expectativas del día a día, semana a semana y mes a mes.

Macri edificó su Gobierno con un gabinete técnico, bautizado como “el mejor equipo de la historia”, pero que fracasó. Tanto, como las predicciones de Jaime Durán Barba: “a la gente ya no le importan las ideologías, está harta de los políticos. Lo único que le interesa es la buena gestión”. Esta afirmación puede funcionar a nivel municipal, donde no hay que definir un proyecto de país, ni manejar la macro y microeconomía, ni pensar en qué lugar del mundo nos queremos parar...

Aranguren también quedará en la historia por otro suceso poco difundido: se negó a presentar la renuncia. Aún ante los hechos consumados, la difusión pública, con el ministro confirmado, la fecha de asunción prevista y el pedido expreso de alguno de los “ojos y oídos” más cercanos al presidente Macri; el ex Ceo de Shell, no renunció. “No voy a renunciar porque a mi me echaron. Si necesitan un formalismo para el decreto que nombra a mi sucesor, que pongan eso: que me echaron”.

En síntesis, se fue como llegó: desconociendo las reglas del juego. No debiera pasar inadvertido que sin embargo estuvo jugándolo durante 30 meses...

Buena semana.

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