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Selva y dolor

El hervidero vino aparejado de una seca que no quiere dar tregua, y que propició la amenaza del fuego en cada espacio verde de la región. Además, en una casa de Longchamps encontraron un puma caminando por el borde de la pileta. Por Manuel Nieto.

“Siento risa, siento temor/ hay un mundo distinto/ selva y dolor”, cantaba Diego Frenkel en un hit de los 2000. Esta semana del comienzo de año desquiciado que vive la región estuvo llena de condimentos selváticos, con algo de risa y mucho de temor.

Recapitulemos: en una casa de Longchamps encontraron un puma caminando por el borde de la pileta. El video se hizo viral y desató el miedo en la ciudad. El felino todavía no apareció a pesar de que lo buscaron hasta con drones. En Temperley, la Brigada de Control Ambiental rescató a dos monos que un vecino mantenía en la clandestinidad.

Mientras tanto, la plaga del Covid siguió avanzando y parece que este verano no va a quedar nadie sin contagiarse o re-contagiarse. Va un paréntesis: a diferencia de la selva, tenemos vacunas. Por eso, a pesar de la suba de casos, no hay un aumento significativo en los fallecimientos ni presión en las terapias intensivas.

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Lo que sí presionó fue el calor, con temperaturas que superaron los 40 grados, propios de la sabana africana. Por supuesto volvieron los cortes de luz masivos y el servicio de Edesur, los subsidios energéticos y el valor de las tarifas volvieron a estar en el centro de la polémica.

El hervidero vino aparejado de una seca que no quiere dar tregua, y que propició la amenaza del fuego en cada espacio verde de la región. Hubo incendios de pastizales de grandes y pequeñas dimensiones, uno atrás del otro. Algunos eran apagados y a las horas se volvían a encender. Hectáreas y hectáreas de campo quedaron teñidas de negro; montes de eucaliptos reducidos a cenizas; la quinta que perteneció a la familia Santamarina de Monte Grande con daños importantes.

Y en ese momento de este Cuento de la Selva de Horacio Quiroga estuvieron los bomberos voluntarios. Es difícil escribir algo que no sea un lugar común sobre estos servidores públicos que no reciben remuneración por su tarea. Lo que propongo es un ejercicio: pensar en el momento de esta semana en que se haya sentido más calor. Ahora imaginar ese momento, pero con un traje pesado, un casco y al lado de las llamas, durante diez horas. En esa medida está la epopeya que significa la tarea de los bomberos en jornadas como estas.

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En ese contexto, el clamor por los bomberos se volvió viral en las redes, especialmente desde los countries de la zona de la ruta 58, que se sintieron bajo amenaza por la cercana presencia del humo y del fuego. Hubo sobreactuaciones: por ejemplo, la propietaria de un lote difundió un video de un bombero refrescándose en su pileta y pedía que su gesto se transformara en viral.

Lo que quedó en evidencia es que esa renovada pasión bomberil no estaría acompañada por aportes materiales. Fuentes de barrios privados de Canning reconocieron que “son los menos” los countries que hacen contribuciones económicas a la asociación de voluntarios de Esteban Echeverría.

En el cuartel de San Vicente, reciben la colaboración de un solo barrio, en el que apenas un puñado de vecinos entrega mensualmente una suma módica. “Ahora todos se acuerdan de nosotros, pero cuando vamos a pedirles ayuda es difícil encontrarlos”, rezongaba un integrante de la comisión directiva de San Vicente que no se levanta con los toques de sirena, pero golpea puertas y patea pasillos para conseguir financiamiento para su cuartel.

Las necesidades de los bomberos son múltiples: desde el combustible hasta los bidones de agua para hidratarse en los servicios. Ninguna ayuda les viene mal. En nuestra región, el egoísmo, la desidia o la falta de conciencia generan que los sectores más pudientes, y que necesitan de los bomberos tanto como en los barrios más humildes, no estén colaborando con ellos. A lo mejor, de las cenizas de esta semana, resurge algo de espíritu solidario.

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