Estamos ya en esas semanas del año en las que el tiempo se redefine. No puedo dejar de encontrar sentido en que, aún hoy y desde siempre, la humanidad entera elija un momento en la rotación de la tierra alrededor del sol donde marcar un final y un comienzo. Las fiestas funcionan como un ancla del tiempo, señalan hacia un antes y un después, y desde hace milenios las personas en general participamos del ritual que permite darle peso a ese ancla.
"La tristeza en las Fiestas": Salud mental y psiquiatría, por el Dr. Matías Varela
Durante un par de semanas, cambiamos desde la forma en la que nos saludamos hasta nuestra dieta y horarios de sueño. El ancla nos avisa que hay cosas para las que ya es tarde, y otras que todavía no tienen que pasar. No pasa nada en este par de semanas e inclusive lo que sí pasa sucumbe ante la gravedad del ancla, queda arrastrado hacia alguno de los dos lados.
Y si bien son Fiestas, para muchas personas este es un momento del año particularmente triste. Quizás por el peso subjetivo sobre nuestra concepción del tiempo; quizás por el impacto biólogico del cambio en la alimentación, hábitos de sueño y actividad; quizás por algún aniversario qué de ocurrir en otro momento del año sería un poco más fácil de ignorar.
Hay algo que les repito a menudo a mis pacientes para esta época, y es que no es momento de hacer grandes cambios ni tomar grandes decisiones. Todo lo que pueda esperar, que espere; al menos hasta estar a una distancia segura del efecto gravitatorio del ancla temporal. El famoso “lo vemos después de las fiestas”, que no es pereza sino efectiva organización del tiempo.
¡Felices fiestas!