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Yo, argentino

Por Nico Varela (@nicoevarela).

Esta semana me dejó un concepto que no puedo sacarme de encima: la incertidumbre. No solo por el caso Casa Armando en sí, sino por todo lo que reveló alrededor. Cada mensaje que recibí, cada llamado de vecinos, cada comentario en redes, todos empezaban igual: ¿Qué onda con…? A pesar de que toda la información relevante está desde el principio publicada en diariocanning.com y otros portales de todo el país, la repregunta se hizo presente ante la falta de certezas por parte de la comunidad.

Es que Casa Armando no era una empresa más: era una referencia cotidiana. Por eso cuando se conoció la detención de los dueños, una familia conocida en la ciudad, las dudas aparecieron por docena. Por eso se me ocurrió ordenar el desorden, para tratar de transmitir algo de claridad en este espacio privilegiado de la edición.

Lo primero que pensé fue en la gente que trabaja ahí. Más de 200 familias, entre empleados del corralón, de la estación de servicio, de los servicios tercerizados. Empleados que hoy no saben qué va a pasar con su aguinaldo, con su salario de diciembre, con sus trabajos.

Pero vayamos por partes. ¿Qué significa en la Argentina no pagar impuestos? Escuché discursos que celebraron la evasión como si fuera una forma de rebeldía contra el Estado. Escuché al mismísimo presidente de la Nación decir que los “héroes” eran los que no pagaban. Y de repente, alguien fue preso por ese motivo. No una multa, no una sanción administrativa: preso.

No cuestiono la necesidad de cumplir la ley. Lo que cuestiono, lo que genera por sí solo incertidumbres, es la inconsistencia entre el discurso y la práctica. La falta de reglas claras. Porque cuando como gobierno reivindicás públicamente al que evade, pero al mismo tiempo metés preso a otro por lo mismo, lo que generás es lo contrario a un mensaje firme: generás miedo. ¿Por qué él y no el otro? ¿Por qué esa empresa y no la de al lado? ¿Dónde está el límite? ¿Y si esta semana te toca a vos?

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Esa incertidumbre no es sólo ideológica. Es económica y es humana. En una zona que creció y se desarrolló alrededor de varios emprendimientos privados, la caída de una pieza tan grande como Casa Armando sacudió a proveedores, constructoras y pymes que dependían de su actividad. Algunos tienen materiales acopiados, pagos adelantados. Otros, obras frenadas. Nadie sabe si va a recuperar lo invertido, si es hora de reclamar, a quién, o si conviene esperar.

Esa falta de previsibilidad es, para mí, la razón principal por la que el país vive en un estado de permanente tensión, y se suponía que la actual administración llegó precisamente por eso. Porque la peor incertidumbre era la inflación. Alcance o no alcance, la incertidumbre a veces es peor que la crisis. Porque cualquier tiempo puede venir malo, pero desde el punto de vista individual todo se puede resolver, y la organización vence al tiempo. La inflación nos había quitado la capacidad de planificar. Y ahora este caso, que toca de cerca a una comunidad entera, vuelve a abrir las mismas heridas: no saber. No poder anticipar. No tener certezas básicas.

Las certezas oficiales están dentro del diario, pero algunas puedo dar desde acá. Lo único concreto al cierre de esta nota es que los hermanos dueños de Casa Armando siguen detenidos y que, según la información que pude confirmar, en los próximos días se estaría dando la excarcelación mientras avanza la cuestión en tribunales. Otra certeza es que la angustia de los trabajadores no espera un expediente judicial. La economía de sus hogares tampoco. Este es el costado humano del que poco se habla y al que más deberíamos atender.

Otra certeza es que las sociedades civilizadas del mundo tienen leyes, y esas leyes hay que cumplirlas. El grande y el chico. Un semáforo ordena el tránsito; las facturas, la actividad económica. Ningún Estado moderno, ni Estados Unidos, ni Irlanda, ni EAU ni Alemania es posible sin pagar impuestos. Después son las mismas sociedades las que deciden a quién eligen para administrarlos. Si se usan para la AUH, para poner palmeras, para una planta de tratamiento cloacal o para pagar eternamente intereses de la deuda.

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