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Sobre los tontos e imaginarios. Reyes. O no.

Por Ricardo Varela.

El editorial de hoy se desgrana en una canción que por estos días cumple 50 años.

A partir del furor que despertó el aniversario del disco y la serie televisiva “El amor después del amor”, escuchaba como Fito Páez explicaba ésta semana su convicción de que alguna de las letras de sus canciones más memorables “le habían sido dictadas”. “Es que no hay otra forma para entender que un chico a sus 16 escribiera “La vida es una moneda” o a los 20 “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, yo no había vivido lo suficiente, leído lo suficiente, ni viajado lo suficiente para componer esos textos”, explicaba el músico rosarino.

Charly García definió en 1994 algo parecido (a lo de Páez) en su canción “Chipi Chipi”: “Yo sólo tengo una pobre antena, que me trasmite lo que decir”.

Es el mismo Charly que 21 años antes (en 1973) había escrito “Tribulaciones, lamentos y ocaso de un tonto rey imaginario, o no”, con sólo 22 años (sin haber vivido, leído, ni viajado lo suficiente)… .

50 años después tiene una vigencia que pone la piel de gallina.

Yo era el rey de este lugar,

vivía en la cima del colina,

desde el palacio se veía el mar,

y en el jardín la corte reía,

teníamos sol, vino a granel,

y así pasábamos los días.

Tomando el té,

riéndonos al fin…

Por entonces empezaba una época agitada que terminaría con los días de la década más oscura, dolorosa y sangrienta de nuestro país.

El palacio de Charly era un departamento de Caballito y esa “colina” le daba la perspectiva necesaria para ver lo que pasaba en “el reino”.

Yo era el rey de este lugar,

aunque muy bien no lo conocía,

y me habían dicho detrás del mar,

el pueblo entero pedía comida.

Hoy, el piso donde vive Charly es en un edificio de la paqueta Coronel Díaz y Santa Fe: su nueva colina. Tal vez no muchos sabían que en los 70 había un pueblo que pedía comida (real o figurativamente), pero tengo la certeza que hoy somos más los que sí sabemos de sus faltas: de alimentos, educación, salud y los mismos derechos sin importar cunas, herencias, ni procedencias.

El problema de aquel rey de los 70 no era qué le pedían porque había resuelto no prestarles atención.

No los oí.

Que vil razón,

les molestaba su

barriga.

Sí fue la forma en que le terminaron “pidiendo”.

Yo era el rey,

de este lugar,

hasta que un día,

llegaron ellos.

Gente brutal,

sin corazón,

que destruyó,

el mundo nuestro.

Revolución.

Revolución.

En la poesía de un joven músico de 22, con oído absoluto, había revolución, arrebato, muerte, sangre, violencia, usurpación y despojo.

Volver a escuchar temas como este sin entender lo que nos quiso decir, es volver a perderse la oportunidad. Una y otra vez.

Escuchar, no sólo oír.

Hace 50 años “alguien le dictaba” a otro “alguien” que no seríamos más que un tonto, rey e imaginario siempre que pretendiéramos vivir en una burbuja de fantasía. ¿O es que todos creímos que se le hablaba de “otros”?

50 años después nos siguen pasando algunas de las cosas que le tocó vivir al rey de la canción de Charly.

Yo era el rey,

de este lugar.

Tenía cien capas,

de seda fina,

y estoy desnudo,

si quieren verme,

bailando a través

de las colinas.

(LIBERTAD, LIBERTAD)

Ya lo sé. Nadie, por sí solo, puede cambiar una realidad como la nuestra.

Me dirán que es muy fácil escribir y nada más. Y probablemente sea cierto. Solo propongo mirar si estamos demasiado metidos en nuestros propios palacios, sin darnos cuenta que nuestras capas despiertan iras y afloran resentimientos.

Hay vidas que incluyen excepcionales momentos de lucidez o de oportunidad para estar listos a la “hora del dictado”.

Tal vez podríamos empezar por rendirle honor, con alguna acción concreta (aunque sea individual y solitaria) a esas lúcidas pinceladas de sabiduría que nos dejan algunos poetas en formato músico (o sus dictantes).

Felices 50, Rey. Tonto o imaginario. O no.

Buena semana.

Leé también: Laburar de ciudadanos

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