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Serrat contra la fórmula “ira más algoritmo”

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

Esta semana visitó el país el sociólogo, analista político y escritor italiano Giuliano Da Émpoli, uno de los observadores más lúcidos de los líderes políticos “alternativos” que llegaron al poder en diferentes países, como es el caso de Javier Milei. Para Émpoli, autor de la novela “El Mago del Kremlin”, la fórmula que unifica a los Milei, Trump y Bolsonaro es “ira más algoritmo”.

“Esta es la era de los líderes políticos que están cruzando política con las grandes plataformas de internet. La fórmula de los ingenieros del caos y de los nuevos líderes políticos es precisamente ira más algoritmo. Es una ira que existe en la sociedad, que no crean, pero sobre la que trabajan, le dan poder y la utilizan”, describió el italiano en diálogo con Clarín. Otro punto que atribuyó a Milei en consonancia con muchos integrantes de su tribu global es el “estilo carnavalesco”.

Embed - DISCURSO íntegro de JOAN MANUEL SERRAT tras recoger el Premio Princesa de Asturias

Ni el enojo social ni las formas payasescas son inventos nuevos en la política. Lo que sí es novedoso es el factor algoritmos. Las plataformas y las redes sociales, que pertenecen a algunas de las empresas más grandes y poderosas de la historia de la humanidad, tienen como objetivo multiplicar el tiempo de los usuarios en pantalla para recolectar más datos y así aumentar sus ganancias. Para esto, programan algoritmos que sugieren a los usuarios contenidos que los lleven a permanecer más tiempo conectados. Este proceso está automatizado con inteligencia artificial, no hay intervención humana. Y favorece los discursos más estridentes, por ejemplo aquellos que encienden la mecha de la indignación social. Ahí está la fórmula “ira más algoritmo” que utiliza Milei cuando dice que le quiere clavar “el último clavo al cajón del Kirchnerismo con Cristina adentro”. Si Herminio Iglesias hubiera realizado su performance de la quema del cajón en 2024, es posible que hubiera acumulado millones de views y levantado su imagen en las encuestas.

Cualquier creador de contenido político en las redes tiene nociones sobre este fenómeno. Por supuesto que la banda de tuiteros y youtubers libertarios –que fueron claves para la llegada de Milei a la Presidencia- tienen plena consciencia de que “pasarse de rosca” los ayuda a ganar visibilidad. Un caso se dio esta semana, cuando la tiktoker mileísta conocida como Marilú grabó un video celebrando el cierre de la AFIP. Hasta ahí todo normal: lo polémico es que se burló abiertamente de las 3.000 personas que fueron despedidas del organismo. El agite se le volvió en contra cuando se conoció que uno de los despedidos intentó suicidarse. Marilú fue linchada en las redes con su misma vehemencia: del otro lado de la grieta aparecieron discursos que, sin ninguna honestidad intelectual, la culpaban por el intento de suicidio. Ira más algoritmo.

Mientras tanto, en España le otorgaron a Joan Manuel Serrat el premio Princesa de Asturias de las Artes 2024. El contraste entre el discurso del Nano y la cloaca de odio de las redes no puede ser mayor. Con su voz de abuelito catalán (ya tiene 80 años), Serrat se declaró, como lo hace desde hace décadas en sus canciones, “partidario de la vida”.

En su breve mensaje, el autor de “Mediterráneo” sostuvo: “Prefiero los caminos a las fronteras, la razón a la fuerza y el instinto a la urbanidad. Soy un animal social y racional que necesita del hombre mas allá de la tribu. Creo en la tolerancia. Creo en el respeto al derecho ajeno y el diálogo como la única manera de resolver los asuntos justamente. Creo en la libertad, la justicia y la democracia. Valores que van de la mano o no lo son. Tal vez por eso no me gusta el mundo en que vivimos, hostil, contaminado e insolidario, donde los valores democráticos y morales han sido sustituidos por la avidez del mercado, donde todo tiene un precio”.

Si hubiera sido por los caprichos de los algoritmos, quizás la música de Serrat no hubiera impactado en millones de personas como lo hizo. Y el mundo tendría menos de “aquellas pequeñas cosas” que lo vuelven más habitable.

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