El Gobierno de Javier Milei insiste en no hacer política. Esta semana se llevó en el Senado de la Nación una derrota que estaba más anunciada que la obra de la Autopista Presidente Perón (prometida por todos los gobiernos y desde hace décadas sin terminar). Es la primera vez que una cámara del Congreso rechaza un Decreto de Necesidad y Urgencia de un Presidente. Claro que no es cualquier DNU: es uno que incluía la derogación de 30 leyes, pedía atribuciones legislativas para el poder Ejecutivo prometiendo poner en el freezer a uno de los tres poderes de la República, y tenía ambiciones reformistas propias de las leyes, que salen con el aval del Congreso, es decir, de los representantes del pueblo.
De los laberintos no se sale con relato
Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).
El famoso mega decreto con el que debutó la presidencia de Milei fue considerado inconstitucional por múltiples juristas, incluidos fervorosos anti kirchneristas como Daniel Sabsay. Son esas reglitas e instituciones que tiene la democracia que más o menos hay que respetar, aunque al Presidente le parezca que sean frenos que le pone la casta para conservar sus privilegios.
La primera derrota resonante del gobierno había sido con la Ley de Bases (o ley ómnibus), que finalmente retiraron ante la evidencia de que iban a tener que negociar cambios en Diputados. Ahora llega este rechazo del DNU en el Senado y parece que hicieron muy poco por evitarlo (¿No quisieron, no supieron o no pudieron?) Y a de paso se suma una interna que se abrió entre Milei y su vice, Victoria Villarruel. Presidencia no tuvo reparo en largarle a Villarruel su ejército de trolls en las redes sociales para instalar rumores sobre su vida personal. Esos soldaditos de las redes serían financiados por la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), según publicó este viernes Clarín. Internas entre presidente y vice y fondos de la AFI para amedrentar rivales… nada nuevo bajo el sol: parece que esas son las verdaderas políticas de Estado desde Menem a esta parte.
Lo que sí es nuevo es el accionar político del gobierno que confía en la potencia de su relato como herramienta excluyente para transformar la realidad. No negocia con los legisladores, dilata la discusión con los gobernadores, no termina de nombrar los cargos en el Estado Nacional. Razonan que cada derrota es una victoria discursiva porque expone a la casta y sus operadores. El problema es que a los gobiernos se los juzga por lo que logran hacer, no por los intentos frustrados.
Mientras tanto, la situación económica es crítica. Las jubilaciones y los sueldos quedaron pulverizados. El Gobierno pudo mostrar la buena noticia del desaceleramiento de la inflación en febrero (13,2% contra 20% de enero y 25% de diciembre). El dato de inflación de marzo, especialmente delicado por las subas de colegios, prepagas y tarifas energéticas, será clave para dilucidar si Luis Caputo está logrando desactivar la bomba que le dejó Sergio Massa. Otro frente importante es el fiscal: en febrero el Gobierno logró el superávit financiero. Pero con la actividad y el consumo en baja, también cae la recaudación, que afecta principalmente a las provincias (y sus habitantes).
Un cuadro de situación así de complicado requiere acuerdos y política, con instituciones democráticas en funcionamiento. De los laberintos no se sale con relato.
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