Estación Constitución de la línea C del Subte, martes 23 de abril, 16.30 horas. Tres chicas que no llegaban a los 20 años se suben a un vagón saturado de muchos que, como ellas, van a la marcha universitaria. Uh, son cuatro estaciones, se lamenta una. Sí, pero son más cortas que en el tren, la tranquiliza la otra. Con sus movimientos inseguros, quedaba claro que no estaban acostumbradas a tomar el Subte ni a ir al centro porteño.
Límites
Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).
Esa escena que pude ver se repitió de a miles el martes. Había militantes, columnas de sindicatos y políticos todoterreno, sí, pero la presencia más novedosa –y la que más debería llamar la atención del gobierno- era la de chicos y chicas que iban a su primera manifestación política, y que llegaban especialmente desde el Conurbano. A algunos se los notaba incómodos cuando se cantaban consignas en contra de Milei: posiblemente lo habían votado o no aprobaban ese “folklore” en contra del Presidente, que asumió hace menos de cinco meses con la herencia de un endiablado contexto económico. No fueron a pedir que caiga el Gobierno, fueron a plantear un límite en un tema específico.
Cuenta Javier Auyero, sociólogo oriundo de Lomas de Zamora que ahora es investigador de la Universidad de Texas, que una de las conclusiones más relevantes de su trabajo reciente sobre el conurbano “Cómo hacen los pobres para sobrevivir”, es la fe que tienen los sectores más humildes en la educación. Aun con todas las dificultades de una situación cada vez más complicada por el deterioro constante de su nivel de vida, los padres –y sobre todo las madres- hacen lo posible por llevar sus hijos a la escuela y sueñan con la educación superior como vehículo de ascenso social. Estas afirmaciones están basadas en un trabajo de campo riguroso realizado en el barrio La Matera de Quilmes, que muestran que el mito de “M'hijo el dotor” no se terminó de desvanecer en la Argentina.
Ese sentimiento es el que se expresó en la marcha del martes. Para el Gobierno de Milei los estudiantes estuvieron manipulados por “la casta” de dirigentes que busca defender sus “curros”. Enumeró a “Massa, Cristina, Lousteau, Yacobitti, la CGT y el radicalismo cómplice”. Es cierto que oportunistas nunca faltan. También es verdad que hay puntos oscuros en las universidades y que una auditoría seria e imparcial resultaría beneficiosa para la credibilidad en la transparencia del sistema (aunque sea un escándalo, caiga quien caiga). Pero los números fríos marcan que el Programa de Desarrollo de Educación Superior tiene para 2024 asignado el equivalente al 0,22% del PBI, cuando nunca bajó del 0,68% en los últimos cinco años: la motosierra pasó con todo por ahí.
Con ese hachazo al presupuesto, más las loas a los vouchers o a sistemas de arancelamiento por parte de Milei en la campaña, para una masa crítica de la sociedad se volvió verosímil el “ataque” del Gobierno a la universidad pública, aunque lógicamente nunca existió algo así como un plan de cierre. Entre los movilizados por este tema están algunos de los millones que vienen cayendo en picada en los últimos años y que recurrieron a votar a Milei con la esperanza de que un cambio de orden revierta la decadencia. En esa narrativa, con la que La Libertad Avanza consiguió representar a quienes están “hartos” de decepcionarse con la política, no hay lugar para desfinanciar las universidades, en tanto son significantes de progreso más que de “casta”. Hay una tradición centenaria con la educación pública que viene desde Sarmiento, y que no se puede desarmar en la intersubjetividad de los argentinos tan fácilmente con tiktoks o videos de YouTube.
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