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Una causa, dos relatos

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

¿Qué podría haber hecho Cristina Kirchner para evitar la confirmación de una condena judicial que la dejara privada de su libertad e inhabilitada para ejercer cargos públicos, en el marco de una causa con arbitrariedades evidentes y con un timing político-electoral estremecedor? Quizás lo mejor hubiera sido no alimentar durante años el patrimonio de Lázaro Báez con mecanismos oscuros.

Es difícil criticar a la vez el proceso judicial viciado que lleva a la ex Presidenta a quedar presa sin que parezca un aval para la corrupción del kirchnerismo, con los Lázaro Báez, José López o Cristóbal López que estuvieron vinculados con las esferas más altas del poder. Los hoteles en Santa Cruz alquilados por las empresas de Báez no dejan de existir por marcar lo problemático que resulta que la Corte decida sacar de la competencia política a la líder opositora más representativa a pocos meses de las elecciones legislativas. Ni tampoco se borran los cuadernos de las coimas que registraba Oscar Centeno por señalar que los que caen presos por corrupción son casi siempre del mismo sector político, mientras que duermen el sueño de los justos otras decenas de causas, como las que tiene Mauricio Macri en relación al espionaje ilegal, la condonación de la deuda del Correo, la concesión de los peajes y la licitación de los parques eólicos.

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Pocos hablaron de matices esta semana. El panorama pareció quedar dividido entre los que celebraron que una ex mandataria quede detenida y los que consideraron que la democracia fue puesta en jaque por una decisión judicial. Solo vencedores y vencidos. Cada sector aprovechó la situación para llevar agua a su molino, siempre apelando al odio para movilizar a los propios. Eso explicó el gravísimo ataque a las instalaciones de TN y Canal 13 que no logró incomodar a Héctor Magnetto sino simplemente destrozarles los autos a los trabajadores de los medios -que difícilmente hayan tenido alguna influencia en la condena. Entre los participantes figura, según la Justicia, nada menos que un alto mando de La Cámpora y vecino de Almirante Brown, José Lepere, que fue viceministro del Interior en la gestión de Alberto Fernández. Del otro lado, el odio se alimenta entre quienes, no conformes con la condena, pretenden negarle a Cristina, que tiene 72 años, el derecho a la prisión domiciliaria.

Las pocas voces que mostraron algo de humanismo esta semana fueron las de Guillermo Moreno y Elisa Carrió, dos viejos enemigos que no se han caracterizado especialmente por la mesura. “No deseaba este desenlace. Pienso en sus hijos, hay que tener consideración por eso, porque es una situación dolorosa”, manifestó Carrió, una de las mayores denunciantes de los casos de corrupción durante el kirchnerismo. Moreno, distanciado hace varios años del kirchnerismo del que fue funcionario, explicó su participación en el encuentro del PJ en solidaridad con CFK: “Se metieron con una mujer viuda. Es como que se metan con tu vieja o con tu hermana. Por eso saltamos”. Qué caldeada está conversación pública que las voces adultas ahora son las de Moreno y Carrió.

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