“Este local es mi vida, por eso sigo. Muchos me dicen que lo refaccione y lo alquile, pero eso me mataría”, expresó en diálogo con El Diario Sur Raúl Gómez sobre su “kiosquito”, ubicado en sobre la calle Esquiú en el barrio La Morita, en El Jagüel, y cual funciona desde hace más de 50 años.
La historia del almacén de El Jagüel donde se frenó el paso del tiempo: "Este local es mi vida"
Se encuentra en el barrio La Morita de El Jagüel y era conocido como “el almacén de Paulita”, una vecina que fue muy querida en la zona.
A pesar del paso del tiempo, el local se mantiene casi intacto desde sus inicios, hasta con los mismos muebles. Entre ellos se destaca una vitrina donde colocan golosinas desde los años ‘80, la cual sigue allí y emociona a los vecinos que la conocen desde que son chicos.
La historia de este comercio empieza en 1974, cuando la mamá de Raúl, Paula Villa (más conocida como “Paulita” por lo vecinos), llegó a la ciudad desde Chaco y decidió comenzar con un emprendimiento de pan. Luego, su negocio se fue expandiendo y llegó a ser un almacén icónico del barrio.
“Mi mamá era muy querida. Chico que nacía en el barrio, chico al que le regalaba algo, chico que veía descalzo, chico al que le regalaba unas zapatillas… Todavía hay gente que viene y recuerda que ella les regalaba chocolatada”, contó Raúl sobre Paula, quien falleció a sus 38 años, en 1980.
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Desde ese entonces, Raúl se hizo cargo del local junto a su hermana Gladys, quien murió a fines del año pasado. “Yo tenía 15 años cuando empecé a atender el local con mi hermana. Ella era más grande que yo, era mi apoyo. Ahora ya no la tengo, pero intento seguir”, dijo el vecino.
“Son muchos años y ahora el local se está viniendo un poco abajo, pero sigo porque le tengo mucho amor. Los vecinos son como mi familia, eso me sostiene. Los que me conocen desde chico vienen a comprar y me siguen diciendo ‘Raulito’”, remarcó.
Además, Raúl también explicó que le gusta mucho atender a los chicos de una escuela que queda en la misma cuadra que su local: “Los nenes pasan y me sonríen, eso me llena el alma. Me gusta mucho estar en contacto con ellos, me da vida”.
A pesar del paso de los años y las pérdidas que sufrió, Raúl tiene planeado continuar con el comercio. “Voy a seguir hasta que me dé, es mi vida”, concluyó.
La vitrina de las golosinas, una reliquia
Entre los muebles antiguos que se encuentran en el local, hay uno muy especial: se trata de una vitrina donde su mamá colocaba las golosinas, la cual conserva hasta el día de hoy con el mismo uso.
“Mi mamá se la compró a una vecina, que tenía otro negocio antiguo, así que tiene muchísimos años”, explicó el vecino. Y añadió, entre risas: “Es una reliquia, muchos vienen y se acuerdan de la vitrina, les trae muchos recuerdos. Capaz que no se acuerdan de mi, pero de la vitrina seguro”
En ese sentido, finalizó: “Es la herencia que me dejó mi mamá. Yo quiero que los que entren sonrían y se acuerden de cuando eran chicos”.