En un rincón emblemático de la noche de la Zona Sur, donde generaciones enteras vivieron sus primeras salidas, Claudio Espósito se mantiene firme detrás de las bandejas. Hoy, a sus más de cincuenta años como DJ, sigue siendo una figura central de Mi Club, el histórico boliche de Banfield, donde su cabina ya forma parte del paisaje y de la memoria colectiva.
Su historia comenzó en 1972, en los bailes de tarde del Club Talleres de Remedios de Escalada, luego de que aún adolescente animara reuniones con amigos. La movida de clubes vivía un auge inédito y él encontró allí su lugar: “En casa siempre hacía de DJ”, recuerda. De esas primeras experiencias surgió un pequeño equipo que, con el tiempo, se transformó en un salón privado dentro del mismo club, El Castillo, inaugurado en 1974.
Aquella época marcó un hito en la región. Mientras nombres como Mau Mau o Juan de los Palotes llenaban pistas en la Capital y Zona Oeste, El Castillo se volvió una sorpresa en el Conurbano: cada año desfilaban artistas internacionales y nacionales de primer nivel.
El DJ combina el boliche con un restaurante basado en la cultura del encuentro.
Los mediados de los 80 lo encontraron moviéndose entre boliches porteños y hoteles como el Sheraton o el Presidente. Más tarde, su regreso al sur terminó definiendo su destino: abrió un baile en Banfield, estuvo a punto de lanzar un boliche propio y finalmente se consolidó donde aún sigue: Mi Club, donde ya suma casi cuatro décadas de permanencia.
La noche cambió —y la música también—, pero él se mantuvo en movimiento. Pasó del vinilo al CD y más tarde a la computadora. Sin embargo, su identidad nunca estuvo en la tecnología sino en el criterio musical. “Muchos colegas se volcaron a lo técnico; yo fui más hacia lo artístico, al sentimiento y a las modas”, explica. Por eso siempre trabajó rodeado de sonidistas y productoras que potenciaron su perfil más curador.
En Mi Club, que reúne a públicos de distintas edades en tres salones diferenciados, Espósito adaptó su estilo a cada época. Desde la música disco y el clásico estilo americano hasta la explosión electrónica que reversionó hits setentosos y ochentosos, su set funciona como espejo de los cambios sociales. “La música popular siempre reflejó lo que se vive en la calle. También cambiaron las vestimentas, los peinados, la manera de relacionarse. Pasaron más de 50 años y el mundo cambió aceleradamente”, resume.
Vecino de Remedios de Escalada, fanático del barrio y de Talleres, hoy combina las noches del boliche con un nuevo desafío: un pequeño restaurante en la calle Juan de Garay 238, que abre de jueves a domingo y donde ofrece shows en vivo, incluso con tenores. Allí organiza encuentros especiales, como la “Fiesta del Cat”, dirigida a los habitués de los 70 y los 80, que se realizará este domingo a partir de las 19 hs.
“Mientras tenga salud y sensibilidad para la música, si el de arriba quiere, voy a seguir”, dice Espósito. Medio siglo después, sigue siendo el DJ que vio transformarse el Conurbano, la noche y las generaciones que pasaron por sus pistas.
El Castillo, el debut del DJ
El Castillo, el salón que funcionó dentro del Club Talleres desde 1974, se convirtió en un punto inesperado del mapa nocturno bonaerense. En paralelo al boom de boliches como Mau Mau en la Ciudad, Espósito y su equipo lograron que artistas internacionales eligieran este espacio del sur del Conurbano.
La llegada de Roberto Carlos —que por entonces actuaba solo en Mau Mau en Buenos Aires— fue uno de los momentos más recordados, junto a presentaciones de Santa Esmeralda y figuras asociadas al furor de “Fiebre de sábado por la noche”. Con solistas como Camilo Sesto, Julio Iglesias, Dyango y Sergio Denis -quien era padrino del boliche- el lugar vivió noches multitudinarias durante toda una década.
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