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Cromañón, 20 años después: el duro relato de dos vecinos de la región que sobrevivieron de milagro

Luciano Gionta y Lucas Argañaraz son dos vecinos de Lanús que sobrevivieron a Cromañón. Contaron con detalle cómo fue aquel 30 de diciembre de 2004.

20 años después, la tragedia de Cromañón todavía mantiene su huella imborrable. Para la sociedad en general, que atravesó aquel fin de año de 2004 como un momento bisagra para la historia reciente del país; pero especialmente para los sobrevivientes, quienes observan a la distancia un hecho que los marcó a tal magnitud que es imposible de dimensionar para cualquiera que no estuvo presente en el boliche aquel 30 de diciembre.

Ese instante que parece eterno todavía genera conmoción cuando se escucha en la voz de sus protagonistas. Luciano Gionta y Lucas Argañaraz, ambos oriundos de Lanús, son dos jóvenes de ese puñado de cientos que lograron sobrevivir, todavía no saben cómo, y que recuerdan de forma palpable ese momento como si fuese ayer.

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Y desde ese ayer pasaron dos décadas, en las que, más allá del devenir político, del ida y vuelta y los entrecruzamiento de acusaciones; de la situación judicial de los responsables y de cómo incluso se modificó la cultura de los recitales luego de la tragedia, pudieron, ellos mismos, reconstruir su vida. Siempre con Cromañón presente. Porque, como dirá Lucas, "por más que quieras, no te podés olvidar nunca de todo esto".

Lucas salió desde Remedios de Escalada junto a 10 amigos rumbo al recital de Callejeros aquella tarde-noche calurosa del 30 de diciembre. Y una vez que llegaron a Once, empezó a transitar un día que lo marcaría para siempre. "Antes de entrar nos revisaron todo. Hasta me sacaron las zapas. El lugar estaba totalmente explotado de gente", indicó en diálogo con El Diario Sur.

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Tanto público y tan caluroso el ambiente que todos se dispersaron y vivieron el arranque del espectáculo en distintos lugares. "Me fui con uno de mis amigos al piso de arriba porque sentía que no se podía estar abajo. Empezó el recital y rápidamente prendieron bengalas pero hubo alguien que prendió una especie de lluvia de bengalitas que salían para arriba. Una de esas bengalitas llegó a la media sombra que estaba por todo el techo y, al ser plástico, se quemó muy rápido. La media sombra hizo una luz muy grande de fuego y se consumió muy rápido", describió.

Esa secuencia, que a la distancia ya es muy conocida por todo el mundo, fue el detonante de algo que sólo perciben en us cuerpos aquellos que estuvieron ahí presentes.

Momento trágico

"La gente empezó a desesperarse para salir. Y encima cortaron la luz por miedo a que se prenda fuego. Por eso no se veía nada y no se sabía por dónde salir", comentó Lucas. Y añadió: "Le dije a mi amigo que bajemos rápido y que salgamos de ahí. Pero en las escaleras era una marea de gente que se empujaba y chocaba para escapar. En ese momento perdí de vista a mi amigo y seguí intentando salir a donde me llevaba la marea".

"Lo que no sabíamos era que el humo de la media sombra era muy tóxico. Y eso hacía que te debilites y te aflojen las piernas, y, por supuesto, que te falte la respiración. Por eso la gente se empezó a caer y a desmayar. Era como un efecto dominó, uno atrás del otro", señaló sobre ese momento crucial. "Recuerdo tener gente abajo y arriba mío. Quedé atrapado y no podía salir. Me acuerdo de la persona que estaba abajo mío que gritaba para salir hasta que se desmayo o murió. Y yo intentando salir haciendo fuerza pero ya no podía más", remarcó.

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En ese momento creyó que iba a morir. "En un momento me resigné y pensé que era mi hora", sentenció. Sin embargo, luego de un tiempo, se recompuso no sabe cómo. "Pensé que no podía quedarme ahí y tenia que salir porque mucha gente me esperaba afuera. Saqué fuerza no sé de dónde y pude salir entre la gente atrapada. Pero no podía casi ni caminar", afirmó.

"Con la poca fuerza que tenía caminaba hacia una luz que pensaba que era la salida pero no se podía más. Estaba sin fuerza. En eso me encuentro a un bombero y lo abrazo fuertemente y le digo que por favor me saque. Me ayuda a salir y cuando llego a la calle fue impresionante sentir el aire", aclaró.

Mano a mano con Franco Tenaglia, el luchador de Burzaco

Ese instante que pareció eterno suponía llegar al final, pero todo recién arrancaba. ¿Por qué? "Con la poca fuerza que tenía empecé a buscar a mis amigos. Por suerte ellos salieron antes que yo y me estaban buscando a mí", dijo. Y agregó, resaltando lo que considera vital: "Lo que me salvó la vida fue que vomité una especie de brea negra, que fue lo que respiré adentro del boliche".

Ese rato es imborrable, y todavía mantiene en la memoria el abrazo con la familia cuando se reencontró, posterior a la tragedia, aunque remarca que "los días posteriores fueron complicados porque estaba todo dolorido por la fuerza que tuve que hacer para salir, porque me pisaron todo el cuerpo". "Aparte, no podía respirar bien por todo el humo tóxico que respiré. La verdad que fue un fin de año muy triste y no tenía ganas de nada", sostuvo.

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Esa tristeza no la atravesó Luciano, también vecino de Lanús. ¿Por qué? Estuvo internado, inconsciente, durante dos semanas. Cuando despertó, el 16 de enero, lo único que recordaba era el instante previo al desmayo en el escenario.

Sin saber cómo salir

"Yo trabajaba en la pizzería 'La continental'. Salí, fui a casa y al rato me junté con los chicos que íbamos. Tomamos algo y salimos para Once. Llegamos temprano y hacía mucho calor, pero igual preferimos entrar rápido por el lugar. Nos revisaron hasta las plantillas de las zapatillas y a la única chica del grupo le vaciaron la cartera. En el piso la revisaron y dijeron que junte y entre", empezó su relato.

"Una vez adentro nuestra amiga se sentía medio mal y por eso quedó ella con tres amigos atrás de todo en la barra y dos amigos y yo nos fuimos adelante, a las vallas. Vimos a Ojos Locos, después escuchamos a (Omar) Chaban diciendo que no tiren bengalas, que nos íbamos a morir todos", describió. "Cuando empezó el recital yo estaba a unos tres metros del Pato Fontanet, agarrado de la valla, y tenía un amigo de cada lado. Cuando nos damos cuenta que algo pasaba, si bien de las gotas de fuego que caían estábamos lejos, ya empezó la gente a gritar", señaló.

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Y agregó: "Ahí se cortó la música y la luz y los gritos eran muy fuertes. No se entendía nada. Uno de mis amigos corrió para el lado de la gente y el otro saltó al escenario. Yo salté atrás de él pero lo perdí ahí porque giré a la derecha, di unos pasos y choqué con un parlante de retorno. El humo era muy espeso. Yo estaba en cuerpo por el calor, me saqué el short, me tapé la boca y se me apagó directamente la tele".

Su tele iba a encenderse dos semanas después. No tiene idea qué pasó en el medio. "Nunca supe quién me saco. Me llevaron al Hospital de Clínicas. Mi familia me encontró al otro día a las 4 de la tarde porque me habían puesto en unidad coronaria y la realidad es que estaban salvando a los que podían salvar. Suponían que yo no iba a pasar de un rato nomás", destacó.

Y siguió, con detalle: "Los primeros diez días los partes eran un 'no pasa de esta noche, recen, no sé cómo pasó la noche'. Entré al hospital con un 3 por ciento de la capacidad pulmonar funcionando y recién me fui el 1ro de febrero con el 24 por ciento. Me desperté todo atado, lleno de cables. Mucho no entendía. Estaba mi mamá al lado y me preguntó si me acordaba algo. Le conté que me desmaye en el escenario y me preguntó si sabía dónde estaba. Yo creía que estaba en el Hospital Evita, cerca de casa. Pero estaba en el Hospital de Clínicas. Y me pregunta por el día, y yo calculé que era 31 de diciembre. Pero era el 16 de enero".

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"Al ratito cayeron siete psicólogas alrededor de la camilla, haciendo un cuestionario de mi vida, desde bebé prácticamente hasta Cromañón. No me contaron del recital. No sabía que había muertos, que ocurrió todo lo que ocurrió. No tenía dimensión de todo lo que era. Con el pasar del tiempo me fueron diciendo que había sido muy grave, que había muchos hospitalizados, y me hablaban de a poco, y después me fui enterando. Pero en el primer momento no tenía ni noticias", señaló.

Y da un ejemplo que grafica esas semanas posteriores. "Me había comprado con mi primer sueldo un discman, con mp3 y radio. Y le dije a mi viejo que me lo traiga porque jugaba River con San Lorenzo. Me lo trajo pero lleno de stickers de River por todos lados, todos los botones tapados. Y me parecía raro, porque yo no lo tenía así. Y resulta que mi viejo se fue a Panasonic para que desarmen el botón de encendido de la radio para que yo no pueda escuchar nada. Pero levanté el sticker y con una birome lo prendí igual, con la casualidad que enganché el partido a dos minutos de empezado y no escuché el minuto de silencio que hicieron y no hubo ningún comentario de Cromañón".

Un mes estuvo internado Luciano en el Hospital de Clínicas. "Salgo con el alta el 1ro de febrero y en mi casa lo único que podía haber en mi habitación era la tele y la cama. La tuvieron que vaciar todo porque no podía haber nada que acumulara polvo por el estado de mis pulmones. Sólo podía salir de adentro de mi casa para ir al hospital, no podía ni ir a la vereda", afirmó.

La familia, vital para recuperarse

Tanto Luciano como Lucas, con el tiempo, se recuperaron, pero atravesaron un vínculo diferente con Cromañón. Lucas, en primer término, optó por erradicar toda asociación con lo que le sucedió. "Nunca quise hacer juicio y demandar a nadie porque no quería saber nada de nada", comentó. "En ese momento no quería saber nada. Preferí despejarme un poco de todo y tratar de olvidar un poco. Pero la verdad que no te podés olvidar nunca de todo esto", afirmó.

Pero sí puntualizó en algo que le quedó patente como secuela. "Cada vez que voy a algún recital o lugar masivo o cumpleaños en un salón, cuando entro al lugar miro bien todo. Las salidas de emergencia, alarmas, y todo lo que tenga que ver con la seguridad de cualquier lugar. Estoy muy alerta a todo en cualquier lugar que sea", indicó.

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Hoy trabaja como conductor de trenes, fiel a su Remedios de Escalada, y más a su querido Talleres. Y si bien Cromañón lo marcó, disfruta con su familia y sus amigos, esos con los que vivió la tragedia 20 años atrás.

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Por su parte, Luciano sí se vinculó con diversas cuestiones referidas a la memoria de Cromañón. "Con el tiempo me metí en una agrupación vía Facebook, que hoy estamos en la lucha de la expropiación del boliche para hacer un espacio para la memoria, para que no haya más Cromañones", consideró.

Participación activa

En ese sentido, estuvo presente en la Legislatura porteña hace pocos días por el voto de la ley de reparación para los sobrevivientes. "Ahora la dictaron vitalicia, con algunas mejoras, con reapertura de padrón. Pero limitaron que sólo se pudieran reinscribir chicos que tuvieran una causa iniciada y no estén empadronados", analizó.

"Los que tienen alguna atención médica y no tuvieron juicio por el momento no están pudiendo inscribirse al padrón. Por eso quedaron muchos pibes afuera porque hubo gente que en su momento no había iniciado juicio. Hay pibes que están con nosotros peleándola día a día y no están reconocidos como sobrevivientes", se quejó.

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Y por eso, desde su agrupación, 30 de Diciembre, participa activamente de diversas marchas y homenajes, como el actual, en el marco de lo 20 años de la tragedia. Su pretensión es que todos sean reconocidos como sobrevivientes. "Hay unos 1400 y fácil debe haber unos 2500 más", remarcó.

En esa lucha está, y mientras siguió con su vida, actualmente siendo operario en sistemas en Metrogas, resaltando, a la par de disfrutar de su River, la importancia de la familia para recuperarse y salir adelante. Y en eso está. Como tantos otros.

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