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En democracia no hay forma de gobernar sin el Congreso

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

Uno de los problemas sistémicos más notables que atraviesan las democracias modernas es que las habilidades que tiene que poner en juego un candidato o grupo político para ganar una elección son muy distintas a las que se necesitan para gobernar. Incluso, en determinados contextos parece que se trata de dos actividades que van en direcciones opuestas: en la era de los discursos radicalizados (que son favorecidos por los algoritmos de las redes sociales) el más pasado de rosca es el que más posibilidades tiene de destacarse sobre los demás y medir bien en las encuestas. Pero los discursos crispados y simplistas son ineficientes a la hora de gestionar, al menos en una democracia, en la que se necesitan acuerdos con diferentes sectores. De forma análoga, los que son buenos en el arte de la política, en la vilipendiada “rosca”, reciben –casi siempre con justicia- el repudio de los electores, que están hartos de “los mismos de siempre”.

Uno podría jugar a ser Machiavello y aconsejarle al Príncipe del siglo XXI que haga uso de los mensajes confrontativos que son necesarios para ganar una elección, pero que no se olvide que después llega el momento de gobernar. Y ahí, que es donde se ven los pingos, es mejor mantenerse humilde, bajar un cambio, tender puentes en vez de quemarlos. La motosierra y los tuits virulentos podrán estar bien para la campaña contra el kirchnerismo, pero para controlar la inflación del 200% anual mientras se pulverizan los salarios y las jubilaciones hay que ofrecer algo más, sacar uñas de guitarrero.

El intempestivo retiro de la Ley Ómnibus y la aparente intención de no enviar más leyes al Congreso en todo el año parecen ser señales clares de que el Presidente Javier Milei va a gobernar en modo campaña. Todos los males serán achacados a la casta. De un lado, las ideas de la libertad; del otro, el atraso que nos trajo hasta este desastre. Sus seguidores lo van a aplaudir, pero es posible que la realidad, en especial en materia económica, imponga límites.

El que mejor la viene viendo es el politólogo Andrés Malamud. Esta semana se viralizó una advertencia que había hecho en la campaña electoral sobre las dificultades que iba a tener Milei para gobernar en contra del Congreso en caso de ser electo, dado que su discurso dogmático le impedía hacer acuerdos. Luego del naufragio de la Ley Ómnibus, Malamud volvió sobre el punto. Según su razonamiento, Milei tendría tres instrumentos para gobernar sin el Congreso: los DNU, la delegación de competencias y el plebiscito. Los tres tienen problemas: los DNU deben demostrar la necesidad y urgencia y no se aplican a materias electorales e impositivas, por lo que penden de un hilo ante la Justicia; la delegación de competencias debe contar con una mayoría legislativa que la apruebe; y las consultas populares convocadas por el Presidente no son vinculantes. La conclusión del politólogo es tajante, y Milei debería tomar nota de ello: “En democracia no hay forma de gobernar sin el Congreso”.

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