Si bien en algún momento lograron encauzar su situación, volvieron a estar complicados en los últimos años. “Cuando empezó a subir el dólar, nos empezó a afectar a nosotros porque compramos todo en dólares. Y eso nos complicó mucho, estuvimos a punto de cerrar la cooperativa”, señaló Elías Robledo, presidente de la cooperativa La Esperanza.
En mayo del pasado año pudieron encontrar un inversor que llevó a la empresa a otros horizontes ante la caída estrepitosa de las ventas de ventiladores y extractores. “Sumamos una carpintería y tenemos otro trabajo que está en proyecto de una empresa de autopartes. Todo eso nos está dando un empujoncito para seguir, pero nosotros hoy sobrevivimos”, comentó Elías.
“El mercado está muy parado y no estamos vendiendo casi nada, así que tenemos los productos armados ahí y quedaron”, planteó. Si bien aún no tienen una competencia muy importante de productos importados, la caída en las ventas ya fue suficiente para terminar con la actividad principal de la fábrica. “Hoy la gente no tiene para comer y hay prioridades, no va a poner un purificador en la cocina”, aseguró el vecino.
“Algunos socios se fueron en el camino porque ya la crisis estaba muy complicada, vieron otro rumbo porque lo nuestro ya era muy difícil”, señaló Robledo. “Llegamos a trabajar tres veces por semana, medio día, y nos llevábamos muy poco dinero. Hoy compartimos la cooperativa con diez socios, que nos estamos dedicando a la nueva actividad y tratamos de subsistir con eso”, completó Elías.
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La empresa Cler complementó sus actividades con pintura y carpintería.
La fábrica de sillones que ya siente la competencia contra China
La “Fábrica de Sofás” es uno de los negocios de la región que fue afectado por la caída de ventas y la apertura de importaciones en el último tiempo. A raíz de esto, se encuentran en la búsqueda de reconvertirse en el mercado y diversificar su producción frente a la venta de los sillones traídos desde China.
El sillón cama es uno de los artículos que más se vende en el rubro, por su funcionalidad en los hogares. Los vecinos de la región buscan abaratar costos y los importados desde China cuestan menos de la mitad del precio en relación a los que se realizan en la industria nacional. “La facilidad y versatilidad de armarlos es mucho más rápido y menos costoso que comprar uno que se fabrica con tiempo, dedicación y detalle”, expresaron en diálogo con El Diario Sur sobre las diferencias.
Con locales ubicados en Oliden 665, Lomas de Zamora, y avenida Enrique Santamarina 315, Monte Grande, no no debieron reducir personal pero sí bajó la posibilidad de invertir en las telas para la fabricación de los sillones: “Antes se vendía un sillón y se invertía en comprar más tela para acelerar la producción. Sin embargo, ahora solo se compra el material para los pedidos de los sillones que se venden”.
En este sentido, modificaron la forma de vender sus productos y atraer nuevos clientes a través de las redes sociales: “Antes se podía vivir con las compras que la gente hacía en el local físico. Ahora eso cambió, ya que el 50% de las ventas son de personas que vienen de las redes sociales”.
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La Fábrica de Sofás lucha por adaptarse al nuevo entorno.
“De afuera, ofrecen las latas un 10% más baratas”
La cooperativa COTRAMEL, que funciona en la planta de la ex Canale en la localidad de Llavallol, finalmente pudo recuperar la fábrica en la que se producen latas y hojalatería para conservas y otros alimentos tras varios años de lucha.
Actualmente, tiene una producción para clientes de empresas alimenticias de “segunda mano”. Pero sus 45 socios están en riesgo ante la llegada de productos similares a los que ellos producen desde países como Perú o China a un costo más bajo.
“Una empresa peruana está ofreciendo latas un 10% más baratas, los chinos y los brasileños también están ofreciendo insumos más barato para la producción como en el caso de barnices y tintas. Todo eso a la larga va a afectar a la producción”, planteó Nicolás Macchi, presidente de COTRAMEL (Cooperativa de Trabajo Metalúrgica Llavallol), en contacto con El Diario Sur.
“A los precios que ofrece la empresa peruana para nosotros es imposible competir”, señaló Nicolás. “Ellos están vendiendo a 180 días de plazo y nosotros como mucho nos podemos estirar a 60. Las condiciones son sumamente desfavorables”, añadió Macchi.
En ese marco, el presidente de la ex Canale destacó que la única ventaja que tienen respecto a eventuales competidores del exterior es la velocidad para responder a los pedidos de los clientes. “Laburamos mucho con licitadores del Estado, proveedores de alimentos de Desarrollo Social, con los que es importante sacar los productos rápido”, expresó.
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Nicolás Macchi, presidente de la cooperativa Cotramel de Llavallol.
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Electro Roar y el freno de la actividad por las importaciones
La fábrica Electro Roar, ubicada en Lanús, tiene 50 años de historia y atravesó distintas crisis económicas del país, pero ahora sus instalaciones, ubicadas en el barrio Villa Esperanza, con dos galpones enormes, están prácticamente sin acción. “Hoy está todo parado”, señaló Gustavo Dearmas, que trabaja en ese espacio desde 1984.
La referencia la expone a partir de la confección de tableros eléctricos que diseñaban últimamente para la estructura de Delta Compresión, para las estaciones de servicio ligadas a YPF, que finalmente optó por sumar unidades desde Brasil, lo que derivó en anular la opción de la fábrica en la región.
A lo largo de su trayectoria, Electro Roar, surgida en 1975, contó con servicios para automóviles como puntapié inicial. “Se hacía todo lo que era mazo eléctrico de los autos. Era todo completo. Se ponían las fichas, las terminales, se cortaban los cables, etc”, indicó.
Poco a poco el esquema inicial con 10 personas se extendió a 50 a mediados de los 80’, porque “se empezó a fabricar ahí mismo todo”. “Se sumó una máquina para hacer cables y se fabricaba con la marca Electro Roar”, comentó.
Los avatares económicos se vivieron en los 90’, época que Gustavo observa idéntica a la actual. “Siempre la fábrica fue en ascenso, hasta los 90’. Ahí hubo un momento clave y mucha gente se fue, se la indemnizó o se hacían retiros voluntarios”, señaló, poniendo el foco en una apertura de importaciones que derivó en esa crisis.
En los 2000, por lo pronto, hubo un repunte de la mano de la diversificación. Y la clave estuvo en los tableros, inicialmente para los aires acondicionados. “Empezamos a hacer los tableros de aire acondicionado en los 2000 vinculados a la empresa Carrier. Tanto los chicos, los medianos como los grandes, esos que se usan en los supermercados. Todo lo hacíamos nosotros”, comentó.
El último eslabón de la búsqueda de actividades fue con las estructuras para las estaciones de servicios, ligado todo al proyecto de crecimiento de Vaca Muerta. “Son tableros para las máquinas que extraían el gas. Es un trabajo muy específico, complicado de hacer, pero ya con cuestiones inteligentes. No era un tablero de un edifico o una casa, son tableros enormes”, aclaró Gustavo.
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Los trabajos en los tableros eléctricos de Roar hoy están en jaque.