Los talleres de tejido y crochet tienen cupos llenos este invierno en la región. El Diario Sur dialogó con profesoras de estos cursos, quienes contaron que lo que más les sorprende es la creciente participación de las personas jóvenes en estos espacios, cuando se supone que es una actividad vinculada a la gente de mayor edad.
“Mayormente concurren a mis clases gente adulta, sobre todo abuelas que tienen experiencia con el tejido y les gusta hacerlo para sus nietos. Pero desde el año pasado fue creciendo el interés en la gente joven, porque es tendencia en la moda y a partir de ahí también muchos le dan un enfoque emprendedor”, explicó Mariana Hernández (@marianpuntosynudos), vecina de Monte Grande que da clases de crochet.
Sobre su historia personal, contó: “Mi amor por el crochet comenzó cuando tenía 12 años, en las vacaciones de invierno nos visitó mi abuela santiagueña, en esos días me enseñó a tejer y me hice una boina rosa”.
“La enseñanza de la técnica me dio la satisfacción de ver la emoción de mis alumnas cuando llegan a sus proyectos terminados y descubren la capacidad que tienen de crear”, señaló. Y añadió: “En mis clases los que tienen experiencia en el tejido eligen sus proyectos, vamos armando patrones, diseños para tejerlos y las dudas que van surgiendo las vamos resolviendo con elaboración de gráficos”.
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En tanto, en San Vicente se encuentra Teresa Rosas, de 66 años, quien da clases de tejido sobre la calle Carlos Pellegrini 739. “Me encanta enseñarle a la gente, porque veo que muchas veces malgastan la lana, y quiero que con poco puedan aprender”.
“Mis cursos son cortos, en tres meses se puede aprender un montón. Me gustan las cosas rápidas, y sé que la gente, si tiene ganas, lo va a hacer”, comentó. Y agregó: “Yo hago de todo un poco, y tejo tanto en invierno como en verano, porque cuando hace calor también vendo remeritas y vestidos de playa”.
Este medio también dialogó con Gabriela Botello (@tramandotramas), quien vive en Lomas de Zamora y es licenciada en Ciencias Antropológicas, docente, tejedora y artesana. “Me enseñó a tejer mi abuela Elena. Tejí mucho durante mi adolescencia y me acuerdo que para mi viaje de egresados a Bariloche, en los ‘80, llevé mi valija con varios sweaters tejidos por mí”, rememoró.
“Tejer es maravilloso, es ver cómo poco a poco eso que pensaste se transforma en una realidad y, lo más encantador, hecho con tus propias manos”, expresó. En esa línea, comentó que empezó a enseñar hace 12 años atrás: “Si bien mi taller no es un espacio terapéutico en sí mismo, es cierto que el crochet es terapéutico. Tejer y contar puntos ocupa tus manos y tu mente y dirige tu ansiedad a lugares saludables y creativos”.
“Muchas disfrutan del hacer en grupo, las rondas de mujeres compartiendo y haciendo tienen una fuerza mágica. El encuentro en el marco de hacer lo que te gusta es sublime”, concluyó.
Tejer para ayudar
El Diario Sur también dialogó con Liliana Ferreyra, presidenta del Centro de Jubilados y Pensionados “Los amigos de Adrogué”, donde junto a otras socias organizaron un taller llamado “Tardes de tejido” con un fin solidario.
“Tejemos para los bebés prematuros del hospital Lucio Meléndez. Hacemos sábanas, mantas y todo tipo de ropita con lo que conseguimos”, comentó. Y añadió: “Pedimos donaciones de lana y ropa usada, y después todo lo llevamos directamente al hospital”.
El taller tiene lugar todos los martes de 14:30 a 16 horas. Aquellos interesados en participar pueden acercarse directamente, o escribir al número 1154070478.