San Vicente |

La historia del vendedor que mejor se viste: lo perdió todo y ahora trabaja en Alejandro Korn

Ruben Washington Almeda trabaja desde hace ocho meses en el Cruce de Alejandro Korn y se ganó el cariño de los vecinos. Su pasado.

Las temperaturas bajas no lo acobardan a Ruben Washington Almeda, el vendedor de pan casero que suele trabajar en el “cruce” de Alejandro Korn. Por más frío que haga, el hombre de 46 años siempre viste con un saco formal y zapatos. A los automovilistas y vecinos les llama la atención su elegancia, que complementa con una simpatía a prueba de rechazos y bocinazos. Esa es la receta para su éxito como vendedor ambulante.

Ruben es uruguayo, tiene 46 años y hace ocho meses que trabaja en el semáforo de la ruta 210 y la avenida Presidente Perón, el punto más transitado del distrito de San Vicente. “Este semáforo es bendito. Estoy muy agradecido de tener este trabajo que me permite vivir”, dice el hombre ante El Diario Sur, con su optimismo habitual. El pan que vende proviene del almacén Los Amigos, de la familia Tkachuk, ubicado a pocos  metros.

“A mí siempre me gustó vestir elegante. Mi papá siempre me decía que en la calle la vestimenta lo es todo. Y entonces toda mi vida incorporé este estilo para trabajar o estudiar”, cuenta Almeda.

Pero sus sacos no solo revelan una enseñanza paterna, sino también un pasado trotamundos en el que conoció la fortuna. “Viví en 40 países. Estuve en Nueva York, en Canadá, en Europa. Trabajé como cocinero profesional para una agencia española y con ese trabajo pude recorrer Europa. Hasta por África pasé”, relata.

También recuerda el lado más oscuro: su adicción a “la timba”, que, según dice, lo llevó a perder cien mil dólares en una sola jornada, en un casino de Montevideo. Pero su migración a la Argentina, hace ya más de un año, le permitió cambiar de aire.  Ya no juega más, y ahora es un fervoroso cristiano. Tiene una casa en San Vicente y está en pareja con una fiel del templo al que asiste.

“Me siguen agarrando ganas de jugar de vez en cuando. Es como una especie de diablo que me dice ‘vamos al casino, algo vamos a ganar’. Pero entonces yo puedo rezar y se me pasa”, comenta.

Su trabajo en el cruce de Korn es arduo, reconoce. Sufre el frío de la mañana y el peligro de los autos. “Ya van cinco veces que casi me atropellan. Se ven bastantes accidentes. El otro día dos camioneros se agarraron a palos y yo traté de calmarlos ofreciéndoles pan casero. Trato de decirle siempre a la gente que ande más tranquila, que no tiene sentido tanto apuro”, reflexiona.

Pero está conforme con su “semáforo bendito” y ya sabe en dónde ubicarse para vender mejor según el día y el horario. “Me da mucha satisfacción que la gente coma el pan que yo les vendo. Sobre todo si salen sin desayunar a la mañana”, sostiene.

 

 

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