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Sobre oficialistas y opositores

A menudo en nuestra radio y redacción recibimos sugerencias, criticas, comentarios, preguntas, pedidos y denuncias. Intentamos canalizar cada caso de acuerdo a nuestro mejor entender y a respetar una línea editorial.

Los medios de comunicación se han convertido en los últimos años en fiscales y jueces y su inmediatez y "poder de fuego" son muchas veces tentadores. Así, no nos parece extraño quienes llaman primero a Crónica TV y luego a la policía.

Nuestros diarios y nuestra radio tienen una premisa central: reflejar los temas que le interesan y le brindan servicio a los lectores.

Frecuentemente nos acercan "denuncias" que nunca fueron denunciadas. Pareciera menos comprometido y hasta cómodo (ya que algunas son anónimas), hacer llegar una información a los medios para que éstos la publiquen sin más. Nuestra obligación es chequear con al menos dos fuentes antes de difundir o publicar, y una de Sobre oficialistas y opositores ellas es generalmente la institución donde nunca se formuló aquella "denuncia".

Un caso emblemático es una carta documento que se supone debimos recibir, cuyo texto recorrió incluso algunos circuitos de la política, pero nunca llegó... Así las cosas, parecemos oficialistas. Oficialistas de "las policías" (bonaerense, federal o gendarmería), la justicia y los poderes ejecutivos (municipal, provincial y nacional). La llamada, y tristemente célebre, "grieta" que vive nuestra sociedad, que potenció la politización del día a día, pretende encasillar cada discusión, cada pensamiento, postura, cada voz que locuta y cada texto publicado. Según lo que "decimos" todos somos clasificados: oficialistas u opositores.

Nuestros medios y periodistas reconocen "la grieta", pero están obligados a desconocerla. Ni oficialistas ni opositores. Con la gente, con los vecinos, reflejando lo que les interesa, y brindando servicio.

Se acercan tiempos de campaña política. Los próximos meses vamos, todos, a escuchar miles de voces: disonantes, acusadoras, consecuentes, especuladoras, y otras que prometen irrealizables con tal de sumar un voto. Aquí comparto un ejemplo de nuestra obligación de chequear distintas fuentes. Un candidato a una intendencia local (que no citaré en ambos casos) promete que en su potencial gestión "se asfaltará todo el distrito". Parece loable, e indiscutible. Sin embargo, cuando consultamos los valores de mercado para hacer realidad su promesa y lo contrastamos con los presupuestos disponibles proyectados, nos encontramos con una novedad: esa promesa será posible sólo en 36 años de inversión continua. La mentira no es ni oficialista, ni opositora.

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