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Dividir para reinar, no va más

Dos de las economías más consolidadas de América latina, Chile y Bolivia, se convirtieron repentinamente en un polvorín. Si la grieta se ensancha, vamos a terminar todos (los de ambos lados) en un mismo pozo.

Chile y Bolivia atraviesan profundas crisis de representatividad política.

Dos de las economías más consolidadas de América latina se convirtieron repentinamente en un polvorín. Claro que por distintas razones.

Chile era considerado como modelo en América Latina en términos de transparencia política y financiera. Fue la economía de más rápido crecimiento en la última década. El PIB creció un 4% en 2018 y se espera que crezca un 3,4% en 2019 y un 3,2% en 2020. La inflación alcanzó el 2,4% en 2018 y se espera que aumente al 3% en 2019. La consolidada economía chilena es sin embargo vulnerable a los precios internacionales del cobre, los riesgos climáticos y de terremotos, los altos precios de la energía y un sistema educativo desigual. La tasa de desempleo disminuyó a 6.9% en 2018, con proyecciones que estiman tasas de 6.5% y 6.2% para 2019 y 2020, respectivamente. El país tiene el PIB per cápita más alto de la región (15.068 dólares), pero también altos niveles de desigualdad e informalidad social. Los factores en la disparidad de riqueza incluyen el sistema impositivo que perjudica principalmente a las clases de ingresos medios y bajos. Situación que sumada al compromiso de Piñera de reducir un 1.6% anual el gasto público (durante los próximos 5 años), empieza a explicar alguno de los porqués de la actual crisis.

El caso de Bolivia es bien distinto. Los indicadores macroeconómicos de Evo Morales lo podrían constituir como el mejor presidente de la historia del país, sin embargo hoy se exilió en México. La pobreza extrema en Bolivia se redujo en más de la mitad entre 2005 (era de 38,2%) y 2018 (15,2%). A su vez, la pobreza moderada también cayó de 60,6% (2005) a 34,6% en 2018. La esperanza de vida de los bolivianos pasó de ser 56 años en 1990 a 62 en 10 años. En 2010 la expectativa era de 68 años, y en 2017 alcanzó los casi 71 años. Bolivia tiene las expectativas más positivas de la región con respecto al desempleo. Se estima que cerrará 2019 en torno al 4%. Si se toma en cuenta la proyección estimada para otros países de América, Bolivia sólo se ubica por debajo de México (3,4) y Estados Unidos (3,7). En 2005 la inflación era de 5,3% y en 2018 alcanzó un mínimo de 2,2%.

Ambos países terminan 2019 inmersos en una profunda crisis institucional y política, impensadas hace algunos meses, donde se puso en juego la democracia. Ya no se trata de pequeños grupos radicalizados (de izquierda o derecha). Cientos de miles de chilenos y bolivianos se manifiestan (y enfrentan) en las calles poniendo en riesgo sus vidas, llevados a un límite en el que todos (unos y otros) aparecen “jugados”, con poco (o nada) que perder.

Hace unas semanas cuando analicé en ésta página lo que empezaba a suceder en Chile, me pregunté: ¿nadie lo vio venir? Nadie se percató de lo que se estaba “cocinando a presión” entre la gente de a pie, ¿no estaba en ningún escenario (ni hipótesis) de la dirigencia política?

Hoy me pregunto si Evo Morales había vislumbrado como posible el golpe actual cuando forzó su candidatura pese a que la Constitución de 2009 prohibía su reelección. ¿Por qué “el mejor presidente boliviano de la historia” no generó entre los suyos alguien que continuara sus políticas y legado? Para ajustarse a la ley (nada más ni nada menos), aún pensando en luego volver. La elección de octubre le dejó un margen de votos menor al esperado y las denuncias de fraude (internas y externas) no se hicieron esperar. Esto dejó campo orégano para que reaparecieran los militares y reeditaran un tristísimo: golpe político/cívico/militar. En ésta ecuación (que algunos condenaremos siempre, sea el país que sea) hay millones de bolivianos...

En Chile, “la gente” le dice NO a un gobierno de derecha.

En Bolivia, “la gente” le dice NO a un gobierno de izquierda.

En ambos casos la economía nacional florecía, el PBI subía, el desempleo bajaba y la inflación no era un problema.

El problema pasó por la falta de representatividad. Piñera es el presidente de todos los chilenos y Evo Morales de todos los bolivianos. En algún momento dejaron de “verlos” a todos. Le hablaron a los suyos, a los que ya los querían escuchar. Y desentendieron su responsabilidad mayor: gobernar para todos, compensar diferencias, atender a los más necesitados, intentar igualar oportunidades, fijar (al menos un piso) derechos comunes, proyectar a sus países para los próximos 50 años, garantizar la democracia.

Dividir para reinar, no va más. Si la grieta se ensancha, vamos a terminar todos (los de ambos lados) en un mismo pozo.

Buena semana.

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