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Otros papeles, otro ascensor. Hijos del mal

Esta semana aparecieron otros papeles y otro ascensor. Contra un enfermero y una médica. Yo elijo pensarlos como productos de “locos sueltos”. No nos representan a los argentinos, no son uno de nuestro equipo. Tenemos la obligación de señalarlos para que nadie naturalice el mal.

La semana pasada en ésta misma página publicamos la foto de un ascensor donde “Micaela” ofrecía ayuda a sus vecinos mayores de edad para el caso que necesitaran  alguna “compra”. El texto de la editorial sostenía algo que sigo pensando: la historia de la sociedad mundial se dividirá en un antes y después del coronavirus. Para bien o para mal, nada volverá a ser igual.

A partir aquel mensaje de ascensor decidí (hace solo una semana) destacar uno de los valores constitutivos de los argentinos: la solidaridad.

Crecí sabiendo que éramos un pueblo solidario, que habíamos logrado una comunión extraña para gran parte del mundo, que incluso aún hoy sorprende a más de uno. Hijos de inmigrantes de países europeos y asiáticos (pre y post guerras), criollos nativos y mestizos nos llegó tarde (casi a fin de siglo pasado), la discriminación.

De chico, “el gallego” García era Jorge, el “ruso” Boris era Gabriel y la “turca” Halif era Silvina. Los tres eran compañeros y amigos,  y llamarlos por sus sobrenombres estaba a millones de kilómetros de ser un acto de discriminación o bullying. Con el tiempo supimos que sí habíamos caído en otras situaciones de bullying y/o discriminaron que entonces desconocíamos cómo tales; sin embargo nunca estuvieron vinculadas con la ascendencia familiar ni la religión. Eran tiempos en los que la maestra tenía siempre la última palabra y que ningún padre pondría en duda su profesionalismo, y tiempos en los que ser médico era casi sinónimo de eminencia.

La sociedad evolucionó favorablemente en muchos sentidos y desfavorable en otros, y como ejemplo vale el editorial de la semana pasada en el que elegí ponerle la lupa noticiosa a un hecho de solidaridad. Simple. Un papel pegado en un ascensor que ofrecía ayuda a los que la necesitaban.

Esta semana aparecieron otros papeles y otro ascensor. “Lo primero que hice fue llorar. Fue como un puñal en la espalda", contó Fernando Gaitán, de 31 años, que todas la mañanas va a trabajar a una farmacia. Tras compartir la indignación y el mensaje a sus familiares y amigos, subió la imagen en sus cuentas de Instagram y Facebook, donde recibió mensajes de apoyo y solidaridad, en concordancia con los aplausos de cada noche a las 21, en reconocimiento a las miles de personas que arriesgan su salud para abastecer las necesidades sanitarias de un país en cuarentena. Pero su accionar no quedó solo en las redes sociales, también hizo la denuncia ante el Ministerio Público Fiscal . "No puede quedar así. Este maltrato no se lo merece nadie". ¿Te parece exagerado? Te cuento que el texto denunciado, pegado en el ascensor donde vive Fernando dice:

"Si SOS: médico, enfermero, farmacéutica o te dedicas a la salud!!!!

 Ándate del edificio porque nos vas a contagiar a todos, hdp!!!!!

                                               Tus vecinos."  

Al caso de Fernando se le sumó el de un consorcio porteño que intimó a una médica inquilina a que no utilizara los espacios comunes del edificio. Lo hizo mediante una carta, en donde además se le advirtió que en caso de violar la intimación, se le iniciará una causa penal. El edificio está ubicado en el barrio de Belgrano, tiene tres pisos y solo tiene de espacio común la puerta de entrada y la escalera.

En este caso, el edificio no tiene ascensor donde desplegar ira, ni solidaridad. La médica recibió la nota por debajo de su puerta en la que se la intima a "evitar el tránsito y permanencia en zonas comunes", debido a que consideran que la actividad de la mujer es de alto riesgo y que genera riesgo en el edificio.

Además, la carta la intima a evitar "tocar elementos tales como picaportes, barandas de escaleras, ni acceder a la terraza". El texto termina advirtiéndole: "Caso omiso se le imputarán los delitos y/u omisiones en que usted recayera en virtud de lo normado, reservando acciones que de naturaleza civil y/o penal pudieran ser motivo de reclamo por su proceder, omisión, negligencia y/o impericia".

Una lectura rápida o simplista podría enmarcar estos casos como otros ejemplos de la grieta. Yo elijo pensarlos como productos de “locos sueltos”. Gente sin swing, diría la canción. No nos representan a los argentinos, no son uno de nuestro equipo.

Tenemos la obligación de señalarlos para que nadie naturalice el mal.

Buena semana.

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