En estos días me llamó mucho la atención que tanto en la TV como en la gráfica apareciera contenido conmemorativo de los 35 años del final de la telenovela “La extraña dama”, protagonizada por Luisa Kuliok y Jorge Martínez.
El arte de contar historias
Por Francisco Monzón (@flmonzon).
Como no recordaba información de esa época, me puse a investigar tratando de entender por qué esta producción de Canal 9 ameritaba el homenaje, en detrimento de tantas “novelas de la tarde” que se filmaron en las últimas décadas.
Con la información recolectada, pude sacar varias conclusiones: con el rating en baja y la falta de ficciones en la TV actual, llama la atención los más de 4 millones de televidentes que vieron el capítulo final.
Otro dato llamativo es que esta novela se exhibió en varios países, abriendo mercados para otras producciones nacionales. Desde los años 50, época de oro del cine argentino, a nuestra industria audiovisual le costaba trascender fronteras.
Argentina tiene una larga tradición en el melodrama, ya que a finales del siglo XIX aparecieron las novelas de folletín. Se trataba de fragmentos o capítulos de novelas cortas que los periódicos empezaron a publicar junto a las noticias, con la intención de enganchar a los lectores con la historia y obligarlos a comprar el diario al día siguiente.
Ya entrado el siglo XX, el folletín se independizó de las noticias y comenzó a imprimirse por separado. Eran publicaciones de formato pequeño, de fácil lectura y precio económico, que a diferencia de los libros, se vendían en los puestos de diarios.
El folletín nació en Europa y sus principales géneros eran la novela rosa, la novela de aventuras y el policial. Fue la primera forma de publicación para muchas historias que aún son reconocidas, como “Los tres mosqueteros” y “El conde de Montecristo”, por ejemplo.
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Con la llegada de la radio, el formato se adaptó a la necesidad de contar esas historias solo con sonidos, dando inicio al radioteatro. Durante tres décadas, historias como "Chispazos de tradición" o “Los Pérez García”, mantenían en vilo al radioyente con la evolución de la trama dramática.
Esta versión sonora del folletín fue todo un éxito. Los actores de los radioteatros hacían giras por salas de todo el país con la puesta en escena de cada obra; además, se vendían álbumes con sus fotografías y los libretos de los guiones radiofónicos.
En la era de la televisión, nos encontramos con un nuevo desafío de adaptación del melodrama, esta vez a la lógica del audiovisual. Más allá de las cuestiones técnicas, hay elementos de la trama que perduran en el tiempo y que le dan identidad al género.
¿Qué tienen en común el folletín, el radioteatro o una telenovela? Lo principal: una historia de amor entre una pareja que debe luchar contra todo tipo de obstáculos para consumarlo. Además, personajes estereotipados sin lugar para los grises: los protagonistas, aparte de lindos, son muy buenos; mientras que sus enemigos, los que quieren arruinarles la vida, son muy malos.
También hay conflictos con identidades negadas o robadas: hijos con padres falsos o desconocidos, y supuestos herederos que legalmente no merecen recibir nada. Otro elemento importante: las historias se enmarcan en un contexto de asimetría social, con choferes que se enamoran de sus patronas o secretarias flechadas por sus jefes, que en general son herederos de una gran fortuna o el CEO de una multinacional.
La revolución tecnológica les dio una segunda vida a clásicos del género, que hoy se ofrecen dentro del catálogo de distintas plataformas de streaming. Los ejemplos de “Yo soy Betty, la fea” y “Pasión de gavilanes” abrieron paso a producciones argentinas como “Muñeca brava”, protagonizada por la dupla Oreiro/Arana, y "Montecristo”, con Pablo Echarri, ambas disponibles en Netflix.
También hay una actualización del formato en función de las nuevas formas de consumo. En este sentido, las webnovelas presentan episodios cortos, diseñados para el formato de pantalla vertical, que apuntan a un público joven y se publican regularmente, siguiendo una narrativa serializada. Hay muchas en TikTok, con mucho público que las consume.
Puede ser alguien contando una aventura alrededor de un fogón, o un adolescente descubriendo una telenovela clásica junto a su mamá. No importa el momento histórico ni el soporte por el cual nos llegan las palabras. Lo importante son las historias, principalmente si terminan ganando los buenos y los malos encuentran su justo castigo. Al fin y al cabo, siempre se trató de compensar, aunque sea un poco, la dura realidad.