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Un divorcio cada vez más tenso

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

El peronismo, principal partido de oposición al gobierno que se ufana de haber hecho “el ajuste más grande de la historia”, celebró este jueves su 17 de octubre en estado de divorcio con la sociedad. La interna entre Axel Kicillof y quienes lo apoyan, por un lado, y Cristina Kirchner, La Cámpora y sus leales por el otro, no tiene ninguna disputa ideológica o de sentido de fondo. Es una lucha por el poder como un fin en sí mismo.

Entre otros rudimentos, la pelea es por disponer de la “lapicera” con la que se armarán las listas electorales del año que viene y por cargos en el gobierno de la Provincia, pero no por desacuerdos de fondo en cuanto al rumbo que debería adoptar el país. De un lado y del otro pueden hacer “mini” autocríticas por la desidia política que significó la experiencia del Frente de Todos con Alberto Fernández a la cabeza, pero no se expresan, al menos en voz alta, respecto a la prolongación indefinida de la cuarentena en 2020 y 2021 o los motivos que llevaron a la inflación desbocada de 2023, que son dos procesos clave que signaron la llegada de Milei al poder.

Así que el peronismo quedó a las puertas de someterse a una interna partidaria –algo poco frecuente en su historia- en la que no se debatirán ideas más allá de los liderazgos circunstanciales. A los ojos de la sociedad, kirchneristas peleando contra kirchneristas, sin preocupaciones por los problemas reales del país. A los ojos de Milei y su electorado, la casta comportándose como la casta. “Son los mismos que toman las universidades para defender sus curros”, podrán decir en el oficialismo cuando se les reproche el histórico recorte que está sufriendo la educación pública, una medida que tiene el rechazo de la mayoría de los argentinos.

Mientras tanto, la vicepresidenta Victoria Villarruel dio una nueva muestra de creatividad política. Primero fue el encuentro con el Papa Francisco, que venía de manifestar su preocupación por el deterioro social de la Argentina y de mostrarse junto a Juan Grabois. Y para el 17 de octubre llegó la foto con Isabel Perón y la inauguración de su busto, algo que los peronistas orgánicos nunca habían siquiera intentado. Villarruel sigue su camino de diferenciación con Milei marcando su perfil nacionalista y de acercamientos a algún tipo de peronismo, a la vez que carga con el estigma de sus posiciones contemplativas con la última dictadura (que, por ejemplo, tuvo presa a Isabel durante cinco años).

Mauricio Macri, por su parte, avanza en su plan para ampliar su influencia en el Gobierno de Milei. Consiguió esta semana el nombramiento de una leal en la secretaría de Energía, María Temantti. Es parte del intercambio con Milei por el aporte para sostener en el Congreso el veto a la ley de financiamiento universitario. Martín Lousteau lo definió con crudeza: “Hay un desembarco de Macri en el Gobierno: si le entregan negocios, él vota cualquier cosa. Está a la vista del público: a Macri si le entregan negocios o consigue lo que quiere, entonces está en contra de los jubilados y de las universidades. En cambio, si no le dan cosas, está a favor de los jubilados y de la educación”. El divorcio entre la política y la sociedad es cada vez más tenso.

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