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De la crueldad a la pregunta de siempre

Por Manuel Nieto (@NietoManuelOk).

El escritor Martín Kohan, lúcido representante intelectual de la izquierda y el progresismo, dio en marzo de 2024 una definición sobre los modos del recientemente iniciado Gobierno de Javier Milei que asoció con la “crueldad”. “La crueldad está de moda y Milei se regodea con la crueldad”, sostuvo en una entrevista que se viralizó y que caló hondo en la oposición.

El kirchnerismo creyó encontrar en ese concepto una tabla de salvación para enfrentar al oficialismo: ellos son la crueldad, nosotros somos los buenos. El radical kirchnerista Leandro Santoro basó en esa premisa “buenista” su campaña para las elecciones de legisladores de la Ciudad. Y le fue mal: no pudo sacar más votos que el oficialista Manuel Adorni, aun cuando este compartía electorado con Silvia Lospenatto, del PRO, y la elección parecía una oportunidad histórica para el peronismo de ganar la difícil CABA.

Pasó más de un año de aquel clip viral de Martín Kohan, que instaló un latiguillo que se repitió hasta el cansancio, y esta semana el Presidente Javier Milei se hizo cargo de esas “acusaciones” de crueldad. “Sí, soy cruel, kukas inmundos, soy cruel con ustedes, con los gastadores, con los empleados públicos, con los estatistas, con los que les rompen el culo a los argentinos de bien”, afirmó nada menos que en el acto de lanzamiento de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires de cara a la campaña legislativa que se viene.

Milei reconoce su crueldad personal y política con millones de sus conciudadanos sobre los que gobierna. No está hablando de “la casta” o peleándose con Cristina: está diciendo directamente que quienes piensan distinto a él (los kukas) o quienes trabajan en el sector público merecen la crueldad del presidente que los gobierna.

Puede que una masa importante de argentinos esté de acuerdo con lo que dice Milei, que a otros no les importe lo que diga y que los únicos indignados sean “los kukas” o los progresistas, que de todas formas ya detestaban al Presidente antes de este discurso incendiario.

Milei confirma una vez más que tendrá “casi todo” permitido por la sociedad mientras mantenga la inflación a la baja, el dólar quieto y los niveles de empleo y de consumo no se derrumben por debajo de un umbral intolerable. Está autorizado y legitimado para ser excéntrico y verbalmente violento porque así lo votó la sociedad en su campaña. “No importa de qué color es el gato, lo importante es que cace ratones”, sería una respuesta colectiva posiblemente muy numerosa de quienes no vean necesariamente con simpatía la crueldad de Milei, pero sí valoren el orden macroeconómico y recuerden con horror los descalabros de la gestión de Alberto Fernández con Sergio Massa como ministro de Economía y Cristina y La Cámpora de espectadores de lujo. A esa oposición, además, la mayoría de los argentinos, con justicia, no la consideran un faro moral que pueda indicar quién es cruel y quién es generoso.

El problema para Milei llegará, entonces, si eventualmente el gato deja de cazar ratones. Si el desempleo en el Conurbano sigue aumentando por el cierre de fábricas e industrias, si las paritarias nunca más le ganan a la inflación o si la crisis de falta de dólares deriva en un salto del tipo de cambio que afecte a la inflación. Para entender a la Argentina de Milei y tratar de ver hacia adelante, habrá que preguntarles a los economistas una y otra vez: ¿Es sostenible este modelo?

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