Columnista |

Historias de Country, por Edgardo Fornero: Pitón, Gorostodi y los otros. Capítulo 5

Edgardo Fornero es vecino de Canning y autor de la novela "La bahía de San Francisco". Este es el capítulo 4 del cuento por entregas "Pitón, Gorostodi y los otros".

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

-Yo no puedo creer lo que acabás de hacer, Chueco- dijo Beto Cantalépore meneando la cabeza.

-No me dió chance, Betito. Vos la viste... me puso el cuchillo en la yugular...

Cinco minutos antes Yolanda Scaparuccio había salido del quincho del Profesor Hortigosa con la frente en alto y un juego de llaves del House de Golf adentro de la cartera.

-¿Nos vamos a tener que fumar a estas comadrejas así como si tal cosa?- preguntó Pitón desencajado.

-Disculpen la curiosidad- intervino Julito Barale -¿Hace mucho que salís con la profesora de piano, Chueco?

-Dos años- respondió Piatti con el mentón hundido en el pecho

-¡¡¿¿Dos años?!!- reaccionó Coqui Celoria -¡¡Dos años y nunca nos dijiste una palabra, ratón!!..

-No quisiera pensar que la profesora de piano sea Natalia.. La piba que venía de Ezeiza a darle clases a mi hija.

-No es ninguna piba, Beto- respondió Piatti entre dientes -tiene veintiocho años.

-¡Veinticinco cuando le tiraste los perros, sátiro!- saltó Cantalépore -¡Con razón desapareció del barrio!...

-¡La piba echó buena! Cambió las clases de piano por las clases de flauta.

-Nardone, evite la chabacanería- El Profesor reprendió a Pitón previo a su tradicional consulta técnica.

-¿Y está buena la joven esa?

fornero 1.png

-Es una rubiecita de anteojitos. -contestó Beto, que era el único que la conocía, además del Chueco.

-Educadita.. manuable. No creo que pese más de cincuenta kilos... con ropa mojada.

-¿Nos podés explicar como te enganchaste a esa piba?- retomó el hilo Pitón Nardone..

-Un día me llamó mi hija al depósito de Spegazzini donde guardo la cohetería. Me dijo si la podía pasar a buscar por la casa. Fue la primera vez que la traje en el auto. La segunda vez me confesó que estaba podrida de vivir en Ezeiza. Entonces me animé a preguntarle si le gustaba Puerto Madero...

-Cantá la justa.. Le preguntaste si le gustaba Puerto Madero y si le gustaba la por...

-¡¡¡NARDONE!!!- Exclamó Hortigosa -¡Ahórrese esa clase de comentarios!. Por favor..

-¡Dos años sin filtrarle una palabra a sus amigos- seguía macullando Coqui Celoria apoltronado en su sillón.

-¡Casualmente eso es lo que más ruido me hace!- repuso el Profesor llevándose un dedo a la sien -porque bien podría haber llegado a oídos de Yolanda algo que Piatti nos ocultó a nosotros. Pero que sepa lo de la visita del pichón al nido dos veces por semana indica que alguien la tiene informada desde el lugar de los hechos.

Todos coincidieron en dedicarle una mirada incriminatoria al Chueco.

-¿Por qué me miran? ¿Sospechan de Natalia?- Nadie se privó de inclinar el mentón hacia adelante.

-¡¡Natalia!!- estalló Piatti un minuto más tarde a micrófono abierto.

-Hola, amorcito. ¿Cómo estás?- La vocecita de la profesora de piano intrusó los oidos del auditorio.

-Decime, Natalia.. ¿Quienes son los que están en conocimiento de lo nuestro?

-¡Nadie...! A todos les dije que el departamento es de Vanessa, la compañera de Facultad que vive en Mercedes y se queda a dormir de vez en cuando. Ni a mi hermana le conté la verdad.

-¿Y qué fue lo que le batiste a esa tal Vanessa?

-¡Naaaada!.. ¡Naadie sabe naaada!- la voz sonó acongojada -Te lo juro por mi mamá y mi papá, Pitín.

-¿¿Pitín??- susurró el Dismétrico Araya y todos cruzaron miradas.

-No tenemos por qué desconfiar de la joven- concluyó el Profesor Hortigosa apenas se cortó el llamado -Pero debemos fijar nuestra atención en lo de las visitas Martes y Viernes. Se trata de un detalle muy puntual.

-Te hago una consulta, Chueco- A Julito Barale se le encendió una luz -¿El edificio tiene seguridad?

Otra vez las miradas apuntaron en dirección a "Pitín", el dueño de la fábrica de cohetes.

El edificio no solo tenía seguridad sino que estaba a cargo de la misma empresa que custodiaba al country.

-¡Chueco!- el vozarrón de Pitón llenó el ambiente- Adentro hay un buche que le bate tus pasos a la Scaparuccio.

-Saquémonos ya mismo la duda- propuso Coqui Celoria al tiempo que marcaba el número de la guardia.

-¿Vidal? Te habla el Doctor Celoria. ¿Cómo va todo?

-Muy bien, doctor. En qué le puedo ser útil.

-Mirá, Vidal, quisiera saber si alguno de nuestros muchachos está trabajando en Puerto Madero.

-Virgilia es la única, Doctor. Semana de por medio va a hacer guardias a un edificio de la calle Juana Manso.

-Mirá vos.. Te hago otra consulta. Ojo, confidencial. ¿Alguna vez has visto a Virgilia hablando con la Scaparuccio?

-Me parece haberlas visto en alguna oportunidad... ¿Por qué lo pregunta?

-Porque se fue de boca, Vidal. Le ha contado algo sobre la vida íntima de un vecino.

-¡Nooo, discúlpeme doctor, pero eso es imposible! Virgilia es la persona más reservada del mundo. Aunque no lo pueda creer Virgilia es de las chicas que todavía van a misa para confesarse. Yo me inclinaría a pensar que el responsable de la infidencia es el marido. Él hombre tiene un puesto de fruta y verdura en el Mercado Central, al lado del puesto de la señora Yolanda. No sería extraño que la haya participado de algún comentario de Virgilia.

-¿Sabés como se llama el hombre?

-Yo lo conozco por Pepino. El apellido de casada de Virgilia es Carotenuto...

-Gracias Vidal. Un capo, como siempre. Acordate que esto quedó entre nosotros.

-Olvídese, doctor. Haga de cuenta que no hablamos nunca. Saludos a su esposa.

-Bueno, muchachos. Ya lo escucharon a Vidal. ¿Qué hacemos?

-Yo creo que tendríamos que hacerle una visita a ese Pepino Carotenuto- opinó Pitón.

[email protected]

Instagram: @edgardofornero

(Continuará)

Dejá tu comentario